Fotos y Textos: Miguel Macías-Huerta @amazingecuadorphotography
Me cuentan de cuando no había carreteras, solo caminos de herradura; de cómo iban desde Cusin a Ibarra a vender huevos de gallina criolla, para de regreso pasar comprando por Otavalo; de cómo viajaban a caballo a Intag para traer panela y dulces; de la guerra civil y de la ayuda que sus bisabuelos dieron al general Robles Plaza cargando fusiles en sus espaldas desde Tulcán a Quito; de la misión andina que en los años 50, 60 y 70 les dijo “levántate campesino”; de las escuelas que surgieron de estas misiones y muchas historias más.

Quienes me cuentan estas aventuras son los campanilleros de Angla, un grupo de músicos único en el Ecuador.
De su música me contaron que era única e individual. La aprendieron de sus bisabuelos, abuelos y padres, pero a sus hijos ya no les interesa, por lo que son los últimos y la tradición muere con ellos. Comentaron que sus ancestros la tocaban mientras subían al volcán Cusin arreando el ganado; que se quedaban hasta 20 días con los caballos y los borregos que pastaban en el páramo; que bailaban, cantaban y tocaban la flauta; que las mujeres jóvenes los seguían a escondidas y se metían luego en sus chocitas; que llevaban los granos cocidos en un pequeño morral para comer, pero como se les acababan rápido convencían a las mujeres de compartir los alimentos que ellas traían…

Pasé una tarde mágica compartiendo con ellos. Quedamos en conversar, volver a vernos otra vez, tomar más fotos y escuchar más historias.
De este encuentro pasaron seis años y una pandemia mundial antes de volver a encontrarnos. Ahora ya están organizados y están incorporando jóvenes que no quieren que esta tradición se pierda.

