La música de los Campanilleros de Angla se niega a desaparecer.

Cuarto Oscuro

Autor: Cuarto Oscuro

Artista visual con 20 años retratando la noticia desde el lente. Su camamá la lleva pegada a su brazo. Donde pone el ojo pone la portada.

De su música me contaron que era única e individual. La aprendieron de sus bisabuelos, abuelos y padres, pero a sus hijos ya no les interesa, por lo que son los últimos y la tradición muere con ellos.
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Fotos y Textos: Miguel Macías-Huerta @amazingecuadorphotography

Me cuentan de cuando no había carreteras, solo caminos de herradura; de cómo iban desde Cusin a Ibarra a vender huevos de gallina criolla, para de regreso pasar comprando por Otavalo; de cómo viajaban a caballo a Intag para traer panela y dulces; de la guerra civil y de la ayuda que sus bisabuelos dieron al general Robles Plaza cargando fusiles en sus espaldas desde Tulcán a Quito; de la misión andina que en los años 50, 60 y 70 les dijo “levántate campesino”; de las escuelas que surgieron de estas misiones y muchas historias más.

El campanillero Nicolás Ortiz sopla una concha musical para llamar al grupo.

Quienes me cuentan estas aventuras son los campanilleros de Angla, un grupo de músicos único en el Ecuador.

De su música me contaron que era única e individual. La aprendieron de sus bisabuelos, abuelos y padres, pero a sus hijos ya no les interesa, por lo que son los últimos y la tradición muere con ellos. Comentaron que sus ancestros la tocaban mientras subían al volcán Cusin arreando el ganado; que se quedaban hasta 20 días con los caballos y los borregos que pastaban en el páramo; que bailaban, cantaban y tocaban la flauta; que las mujeres jóvenes los seguían a escondidas y se metían luego en sus chocitas; que llevaban los granos cocidos en un pequeño morral para comer, pero como se les acababan rápido convencían a las mujeres de compartir los alimentos que ellas traían…

Trozo de cuero con campanas, una por cada mes del año.

Pasé una tarde mágica compartiendo con ellos. Quedamos en conversar, volver a vernos otra vez, tomar más fotos y escuchar más historias.

De este encuentro pasaron seis años y una pandemia mundial antes de volver a encontrarnos. Ahora ya están organizados y están incorporando jóvenes que no quieren que esta tradición se pierda.

Tocando para el Taita Imbabura, a lado del arbol sagrado de la lluvia.
Grupo original interpreta su música con flauta de Castilla y concha.