Instantes y paisajes de una vida en blanco y negro

Cuarto Oscuro

Autor: Cuarto Oscuro

Artista visual con 20 años retratando la noticia desde el lente. Su camamá la lleva pegada a su brazo. Donde pone el ojo pone la portada.

Pablo Cervantes cuenta cómo la fotografía se coló en un viaje escolar, cuando era apenas un estudiante de escuela, y se fue convirtiendo en una pasión que lo ha llevado a inmortalizar a la gente y a la naturaleza con técnicas análogas y digitales a lo largo de los años.
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Fotos y texto: Pablo Cervantes @pablocervantesphoto
Creo que todo empezó desde muy niño. Hay fotos de un paseo de tercer grado y creo que fui el único niño que llevó cámara de fotos. Claro, todo esto a escondidas de mis padres.
Era mi tía quien amaba la fotografía. En ese momento, revelar un rollo era enviar el material en un sobre especial que entregaban en el laboratorio. Posteriormente, el paquete era enviado a Estados Unidos y, luego de un tiempo que era interminable por las ganas de saber qué salió, al final volvían las fotos, negativos y una explicación técnica de la exposición. Asimismo, en tus manos terminaba un rollo de Kodak como obsequio para seguir inmortalizando cada momento.


Todo ese proceso era realmente de curiosidad, incertidumbre, expectativa. Era un espacio para analizar, corregir, seguir investigando y volver a probar. Solo así se aprendía y obligaba a tener un método de memoria para saber cómo estaba la luz qué se debía hacer dependiendo la película que se utilizaba. Recuerdo que poníamos un recorte de la caja del film que usábamos, que era una guía para la exposición. Para eso era el espacio que tenía la tapa posterior de la cámara.


Teniendo 11 años, y con el afán de querer completar un álbum, pedía a mis padres dinero para los cromos. En ese instante mis padres hablaron con unos amigos que son dueños de una librería reconocida en la capital. Me dijeron “en vacaciones vas a trabajar ahí y tú sabrás en qué gastas el dinero que ganaste”.
Ir a TRABAJAR, así en mayúsculas, era ir en lluvia para entrar a tiempo a la oficina, ayudar en las funciones del local, etc.


Estar ahí me dio la opción de tener acceso a libros de arte y fotografía. Igualmente, era ideal, al final del mes, que en un sobre de la librería llegara mi salario, pues mis prioridades cambiaron. Ya no compré cromos para el álbum y se invirtió en un paraguas y una cámara de fotos 110 mm que era para lo que alcanzó el sueldo. Esto fue una lección de vida que agradezco a mis padres.
Años más tarde, mi padre me heredó una cámara de fotos reflex marca Zenit que no funcionaba el fotómetro. Esta carencia generó en mí la necesidad de entender la luz y el tiempo, parafraseando a mi amigo Camilo Torres, de lo que en ese momento le llamábamos usar el ojímetro .


Esa fue la escuela de la luz. Así aprendí. Años más tarde, y ya trabajando para medios haciendo fotos para artistas internacionales en espacios editoriales como Revista La Onda, cuando llegaron luego unos cursos formales en los cuales tuve la oportunidad de reafirmar y pulir los conocimientos que fui adquiriendo a lo largo de estos años tras el lente.


Al conocer los géneros fotográficos, me encantó el paisaje. Fue en ese entonces cuando, ya de manera formal, mi trabajo se empieza a reconocer en el medio naturalista, llegando a ser editor de fotografía de la revista Ecuador Terra Incognita.
Para ese instante, los amigos se empiezan a casar y aparecieron los contratos de bodas. Es ahí que comencé a vender la idea de hacer la sesión de fotos en escenarios naturales y no ir a la casa de la novia. Para mí, este trabajo consistía en unir el género de paisaje con el retrato de bodas y durante el evento hacer un registro documental. Esto, hoy en día y muchos años más tarde, es la tendencia en el mercado de bodas. Hasta el momento se han fotografiado más de 2 000 bodas en todo el país y también fuera.


Más adelante, se presentó la oportunidad de compartir los conocimientos iniciando con charlas a colectivos fotográficos, siendo profesor de fotografía en varias universidades e institutos.
Como fotógrafo que había aprendido con film, y pese a que ya estábamos en el boom digital, se implementó un cuarto oscuro para revelado en blanco y negro. Los resultados pedagógicos fueron increíbles, subiendo el nivel de los alumnos que formaron parte de estos ciclos formativos, y se hacía retroalimentación con salidas de campo.


Con los trabajos de alumnos de primero y segundo semestre logramos conseguir premios en el concurso Fotoperiodismo por la Paz, incursionando en la curaduría de las obras, viviendo así una etapa increíble de poder dejar un legado en nuevas generaciones que ahora miran la fotografía con los insumos del pasado.