Fotos y texto: Alejandro Janeta. IG: @al.janeta
Habían pasado unas tres horas desde que empezamos el descenso desde Pachamama Bajo, una pequeña comunidad al este de Alausí, cuando llegamos a una sección muy complicada. El estrecho sendero se perdía en la neblina, pero no lo suficiente como para ocultar el desfiladero a nuestro lado.
Era imposible pedalear e incluso empujar la bici; la cargué sobre la espalda y seguí. Al poco tiempo llegó una voz: “Diosito mandó a hacer para toditos. Dijo: ‘En unos 2 000 años van a necesitar”. Era el organizador de la carrera en la que participaba, Andrés ‘Soto’ Sotomayor, incansable explorador de chaquiñanes.

Si bien no soy creyente, esa frase quedó grabada en mi mente y la recuerdo cada vez que conozco una ruta nueva.
Cuando los Andes se levantaron hace millones de años, nos dejaron este laberinto de cerros, volcanes y valles que ahora habitamos. Nunca ha sido fácil moverse entre tanta pendiente, pero siempre las comunidades han encontrado soluciones y crearon un sinfín de chaquiñanes que cruzan bosques y pajonales cada vez más escasos.

Muchos de ellos sirvieron para trazar carreteras; y unos pocos -aptos solo para mulas y caballos- se perdieron durante décadas. Afortunadamente, algunos locos, amantes de las bicicletas y las aventuras, se han dedicado a buscarlos y protegerlos. Algunos senderos bajan por las estribaciones del Chimborazo, desde sus nieves hasta los sembradíos de los valles, y de los bosques nublados hasta las bananeras en la Costa.

Otros, como aquellos de Alausí, recorren caminos muy antiguos, quizás preincaicos, llenos de escalones y muros de piedra. En el valle del Chota, Yunguilla, Gualaceo, Uzhcurrumi, los senderos y pistas crecen gracias a la mano de los ciclistas locales. Parecería que estos lugares son lejanos, pero nuestra geografía es tan generosa que no hace falta sino mirar a nuestro alrededor para encontrar sitios impresionantes.

Apenas aprendí a montar bicicleta fui siguiendo a mi hermano al Parque Metropolitano Guangüiltagua, en Quito. Estos bosques han sido escenarios de múltiples campeonatos nacionales de ciclismo de montaña.
Ahí pude ver a algunos de los mejores ciclistas de montaña: Diana Marggraff, múltiple campeona panamericana y ‘top 10’ de la copa del mundo de descenso; Mario Jarrín, campeón del mundo máster de descenso; Ana Isabel Idrovo, ganadora de etapas del Cape Epic. Al igual que para muchos, el parque se convirtió en mi patio.

La riqueza de nuestros chaquiñanes es tan grande que se ha hecho notar en el mundo y cada año los turistas se multiplican. No existen muchos lugares donde puedas bajar 2 000 metros de altitud en solo 12 km de recorrido, como Mama Rumi, en Chimbo. Tampoco es común montar en las faldas de un volcán activo, el Cotopaxi, y al día siguiente, sentirte en una jungla dentro del cráter del Pululahua.
Definitivamente, como dijo ‘Soto’ aquella vez, parecería que Ecuador fue creado para ser el paraíso de los ciclistas de montaña.