Fotos: Patricio Terán @patricioteran Textos: Gabriel Flores
E l pasado lunes 31 de enero, el lodo cubrió todo: casas, carros, calles, veredas, parques… y cuerpos. El aluvión que sorprendió a los moradores de La Comuna y de La Gasca se llevó con violencia lo que encontró a su paso. Horas más tarde, en medio del lodazal y los escombros, comenzaron a aparecer objetos que antes de esta tragedia tenían un lugar, un uso y con seguridad un dueño.

Entre estos asomaron zapatos, ropas, peluches, juguetes, pelotas de fútbol, imágenes religiosas, adornos de casa, enseres de cocina, mochilas, bicicletas, llantas y hasta autos; objetos abandonados a la fuerza, pero que al ser capturados por el lente de una cámara fotográfica se convierten en soportes del recuerdo.

La memoria individual y colectiva es frágil; entre muchas otras cosas ha olvidado el aluvión de 1975; un hecho que solo volvió al presente gracias a un par de instantáneas en blanco y negro que circularon por redes sociales.
A criterio del historiador Jean-Pierre Rioux, la memoria es un término que involucra recuerdos y olvidos, emociones y saberes y que, por lo tanto, acompaña a las personas durante su existencia. «En la memoria -dice- convergen términos como identidad, recuerdo, olvido, tiempo y espacio». Elementos que dan una fuerte carga simbólica a los objetos.

¿Quién jugaba con ese osito de peluche bañado en lodo?, ¿qué pies patearon esa pelota de fútbol antes de que se desinflara?, ¿quién corría detrás de esa bicicleta maltrecha por las calles de La Comuna?, o ¿quién calzaba ese zapato negro?
Quizás haya personas que todavía estén buscando esos objetos por las calles llenas de lodo; que lo hagan no por el valor económico sino por el valor afectivo que tienen; porque les recuerda un momento importante de sus vidas, o a una persona en particular, o un sueño que quedó trunco luego de que el lodo se llevara todo.

Entonces, cabe pensar en los objetos como testigos que dialogan con el pasado, el presente y el futuro; y que, como consecuencia del aluvión, cobraron nuevas significaciones, como asegura Ana María Guasch, «a medida que las personas reinterpretan el pasado, van construyendo poco a poco infinitas narraciones del mismo».

Con ese mismo lodo del aluvión, alguien escribió en una pared «La tierra reclama su lugar», un mensaje que también puede leerse como advertencia de la poca importancia que la sociedad presta a temas como el calentamiento climático.

Emmet Gowin escribió que la fotografía es una herramienta para tratar las cosas que todos conocen, pero en las que nadie presta atención. Quizás estos objetos rescatados del lodo permitan fijar la mirada en lo realmente importante.
